Roxana Evangelina Maldonado León
“No reprochamos a los hombres el alejamiento en que nos han tenido, todo es consecuencia de los prejuicios rancios, de los viejos moldes en que nuestras costumbres se forjaron, pero tiempo es ya que exijamos a los hombres que experimenten métodos nuevos”
(Elvia Carrillo Puerto,1916).
Desde que salimos del vientre de otra mujer, inicia el constante principio de lucha. Sobrevivir en un mundo con una estructura patriarcal, en donde el machismo y la misoginia son los estandartes del gremio masculino, es una tarea complicada, sin embargo, gracias a nuestras antecesoras, que derramaron su sangre y sacrificaron su vida, estamos aquí y seguiremos luchando.
Algunas mujeres realizan prácticas machistas con tanta singularidad que ni ellas mismas caen en cuenta de lo que hacen. No justifico sus acciones, antes bien, por el simple hecho de crecer y desarrollarse en estos hábitos, es tarea difícil de modificar en un abrir y cerrar de ojos. Toca a las que hemos cambiado nuestros pensamientos, acciones y conocimientos, acompañarlas en este proceso; abrirles los ojos a otras expectativas, reflexionando en ellas y formando un nuevo pensamiento, en donde las mujeres tengamos los mismos derechos fundamentales del resto de la humanidad; con una formación continua, que permita compartir lo aprendido, poniéndolo en práctica con nuestras compañeras y con las generaciones futuras.
¿Dónde quedó la Ginecocracia?, ¿Cuándo desapareció el poder femenino que nos debe la historia?
Con el patriarcado, surge la propiedad privada, sus inicios en la era paleozoica, esto al transformarse las comunidades en familias sedentarias, basando su estatus en los bienes que obtenían: Inmuebles, animales, dinero, servidumbre, esclavos y por supuesto a las mujeres (Engels,1884). Todo pasa a manos del hombre; las mujeres y otros grupos son discriminados, invisibilizados. El hombre, la sociedad y la religión crean los roles de género, esto, con el fin de continuar el control en todos los aspectos del sector femenino, asumiendo el papel de madres, esposas, concubinas, hijas, trabajadoras sexuales y todo tipo de actividad en donde desarrollen sus actitudes fisiológicas o domésticas, minimizando su intelecto y otro tipo de capacidades que, según los masculinos, no les es permitido realizar, limitándonos a máquinas de procreación y cosificación sexual.
Es en el pensamiento femenino histórico, donde se gesta la necesidad de buscar la igualdad en condiciones laborales, sociales y familiares. La búsqueda de la unión entre todas las personas, es el parteaguas de la construcción de la autoemancipación femenina. El lograr evitar la explotación del hombre por el mismo hombre, ver más allá del individualismo capitalista neoliberal, sin olvidar que el progreso debe y tiene que estar evaluado en un consenso, que no permita destruir los ecosistemas que son parte de nuestras vidas.
El feminismo no es una guerra contra los hombres, es buscar conjuntamente la igualdad en todos los aspectos que nos rodean, no es obtener o crear más derechos, porque ya existen, en nuestra Carta Magna; sólo pedimos que sean respetados. Es trabajar para deconstruir prácticas patriarcales, con la encomienda de formar ciudadan@s que tengan como prioridad el bien común hacia ell@s y su comunidad.
No hay feminismos de derecha. ¡Jamás los habrá!; su naturaleza egoísta no permite el desarrollo de prácticas humanitarias y su pensamiento está dirigido al individualismo. Por eso, mantener un feminismo de izquierda es la labor de todas las que participamos y seguimos siendo la voz de quienes aún no logran romper las cadenas de opresión o de las compañeras que les fue quitada con violencia y que ya no están. Luchar constantemente, luchar para que a las siguientes generaciones de mujeres sus derechos les sean respetados, asimismo, formar hombres con principios de respeto e igualdad sexual.
Por todo esto, que una mujer sea presidenta de México, es parte de lo que se ha venido construyendo por siglos en nuestro país. Desde el primer Congreso Feminista en Mérida, Yucatán, encabezado por Elvia Carrillo Puerto y las sufragistas en 1916, con la obtención del voto femenino, puestos legislativos, libertad sexual, etc.; se ha ido gestando este momento, que hoy por hoy, la historia nos debe al sector femenino. El tiempo de las mujeres es ahora; no cabe duda; no titubeemos en elegir y defender a la representante, que puede continuar el trabajo de transformación, que por años se estancó gracias la derecha neoliberal, negando los derechos del pueblo y trabajando para solo una clase privilegiada.
No permitamos que una falsa izquierda intente gobernar con mentiras, traiciones y corrupción, porque no existe tal, sólo es una falacia neoliberal que daría como resultado perder todo lo ya obtenido, con esfuerzo y lucha constante. Somos una sociedad que se ha construido con mujeres comprometidas, responsables y amorosas, que todos los días salen a lidiar con un mundo patriarcal, y pese a ello, logran crecer y construir parte de este país. La guerra sucia de los medios de comunicación, aunada a toda clase de violencia (digital, política, sexual, laboral, familiar, etc.) es la prueba de que las mujeres podemos y queremos un gobierno que visualice la importancia de las necesidades femeninas como de otros grupos vulnerables. México está listo para que el mandato lo asuma una mujer, con las gafas moradas y los ojos bien abiertos, para un buen vivir.
“Levantar la voz coral de la historia no sólo de los vencedores, se trata de escuchar las voces que no se habían escuchado antes, como la de las mujeres” (Frausto, 2022)
Referencias
Engels, Federico (1884), El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. edición digital. http://www.marxist.org. 2017












